LA
VIOLENCIA POLITICA EN LA REGIÓN DEL LENGUPA
1951
- 1953
Desde Miraflores hasta
Tauramena y Aguaclara, no quedaba nadie en los campos. Con la orden de “Tierra
Arrasada”, bombardeaban todo lo que se movía, personas, animales y a los que
cogían vivos generalmente los fusilaban después de someterlos a crueles
tormentos. Así ocurrió con Antonio Gutiérrez, un campesino oriundo de Zetaquira, que había establecido
una fundación que explotaba en compañía de su esposa e hijos, en el llano, cerca
del río Tua, tuvo la mala suerte de encontrarse con las tropas del ejército, en una trocha cuando iba a recoger la cosecha
de café, en una pequeña estancia que tenía cerca de Páez. Inmediatamente lo
hicieron prisionero, le amarraron las manos atrás con un soga, y comenzaron a
preguntarle por los Bautista, a punta de golpes y puntapiés, como el n o dio
razón de los guerrilleros por los cuales le preguntaban, tildándolo
de chusmero, lo torturaron, le quitaron la piel de la planta de los pies, luego
lo obligaron a caminar sobre rescoldo hirviente , al desmayarse por efecto del
dolor le introdujeron una vara fuerte por debajo de la quijada, lo izaron y lo
dejaron allí para escarmiento de todos en un cruce de caminos. En la entrada
oriental del puente del Mincho, fusilaron a quema ropa a Alejandro González, Rosendo
Díaz y a un retardado mental. Luego
citaron a los vecinos de la vereda del Encenillo a un mandato para cavar
trincheras a la orilla del río Lengupá. En la playa del pozo del Remanso. Obedeciendo
las órdenes del comandante del puesto del ejército del Mincho se hicieron presentes: Juan Barines su esposa
y 7 hijos menores, Feliz Sosa su mujer y
10 hijos, entre los 8 y 16 años, los llevaron frente al pozo del Remanso en
donde los obligaron a cavar una fosa de 1 metro de profundidad y 10 metros de
largo, los hicieron tender dentro de la
zanja y allí los fusilaron, tapando los cadáveres con arena y ripio. Esta masacre sucedió en los primeros días de mayo, al día siguiente vino la primera
creciente del río que duró tres días invadiendo la playa y los alrededores y
arrastrando a su paso todo lo que encontraba incluyendo los cadáveres.
Entre tanto los hijos
mayores de estas dos familias que no quisieron concurrir al mandato por temor a
que los fusilaran o los tomaran prisioneros, al saber la suerte que habían
corrido sus padres y hermanos, se marcharon rumbo al llano en donde ingresaron
al movimiento de los Bautista, allí se convirtieron en guerrilleros y sedientos
de venganza arremetían con furia, torturaban y mataban sin compasión a los que
consideraban sus enemigos.
La violencia y los métodos
de tortura eran cada día más crueles y
sofisticados. Las tropas del ejército
acompañados de algunos civiles conservadores que conocían muy bien las veredas
y caminos llegaban amparados en el silencio y la
oscuridad de la noche a las fincas de los liberales, incendiaban las casas con
las personas adentro, se ocultaban en
los rastrojos de los alrededores y disparaban a los que lograban huir del
incendio, así exterminaron a todos las habitantes, incluyendo a los animales.
En la Vereda de Cardozo, de
mayoría liberal en jurisdicción de
San Eduardo, muy cerca del Batatal, habitada
por campesinos humildes y honrados,
dueños de pequeñas parcelas y jornaleros pacíficos que habían logrado
mantenerse a salvo de toda persecución, distinguidos desde la guerra de los Mil días
por su adhesión al partido liberal y reconocidos
como Gaitanistas. Razón más que suficiente para que se encontraran en la mira
de los bárbaros. Fue así como pasadas las 10:00 de la noche en medio de la
oscuridad y después de dar muerte a los perros suministrándoles veneno se
acercaron sigilosamente a las casas, más
o menos unos 30 forajidos, con antorchas incendiaron al tiempo todas las
viviendas para que nadie pudieran
salir. Como la mayoría de las casas eran
de techo pajizo, se armo un terrible incendió en el que perecieron calcinadas
más de 40 personas; incluyendo mujeres ancianos y niños. Los habitantes del
casco urbano de San Eduardo que eran mayoría conservadora contaban
aterrorizados que al rayar el día vieron
llegar a los miembros de la comisión con
los uniformes encharcados y destilando sangre.
La venganza de parte de los
guerrilleros y familiares en esta masacre, no se hizo esperar y tiempo después en
la vereda del Morro, Municipio de Miraflores,
de mayoría conservadora, un grupo de
guerrilleros integrado por jóvenes oriundas de Páez, que viajaron durante tres
días con sus noches desde el cuartel general de los Bautista en los alrededores
de Monterrey, llegaron pasada la media noche
y con antorchas prendieron fuego a las casas arrasándolas con las
habitantes que dormían tranquilamente. Allí sucumbieron calcinados en forma
similar a los liberales de la vereda de Cardozo. Los guerrilleros lograron burlar la
vigilancia de cuatro retenes que bloqueaban las entradas debido a que conocían
muy bien toda la región, llevaron a cabo
su venganza y volvieron sanos y salvos a sus cuarteles sin que las tropas se
dieran cuenta. El único que sobreviviente de esta masacre fue un señor Garzón
que logro evadir la furia de los guerrilleros sumergiéndose dentro de un
pozuelo grande lleno de miel de caña. Allí permaneció largo tiempo hundido
dentro de la miel, con tan buena suerte que los guerrilleros intentaron voltear
al pozuelo y regar la miel pero como pesaba mucho desistieron de su
intento. A las 8:00 de la mañana llegó a
Miraflores con la infausta noticia, de la terrible masacre, venía como
ensangrentado debido a que la ropa enmelotada se le había adherido al cuerpo, quienes
lo vieron creyeron que estaba herido y manando sangre.
Como respuesta al hecho
anterior el comandante del ejército del puesto de Miraflores, con la aprobación
de los conservadores, algunos de los cuales habían perdido familiares en la
masacre, el domingo siguiente cuando la plaza de mercado estaba llena de
campesinos que vendían y compraban, esta fue rodeada por las tropas oficiales
que separaron a los hombres de las mujeres y estas últimas les dieron orden de
evacuar e irse inmediatamente para sus casas.
Con los hombres hicieron
tres filas, separándolos por edades y luego a los empujaron a culatazos a la
casa donde antiguamente funcionaba la desmotadora de algodón, ubicada en la
parte baja del centro urbano. Esta casa era de paredes altas y húmedas de
adobe, techos de zinc, piso de cemento, tenía dos salones grandes, en donde
escogían y desmotaban el algodón que en una época se cultivo y de muy buena
calidad en la región. Cuando tuvieron a la mayoría de los varones de la región
que en el momento eran acusados de pertenecer a la guerrilla, una vez allí
debidamente identificados elaboraron dos listas, en una( llamada la lista negra)
inscribieron a los nombres de las personas
que fueron señalados a dedo por los familiares de los sobrevivientes de la
masacre. Una vez incluidos en la lista
todos los posibles culpables de la masacre del Morro, cuyo único delito era ser reconocidos como liberales,
los hicieron levantar a las 5:00 de la mañana del día siguiente, formaron tres
filas de 10 personas, les ordenaron quitarse el calzado y prepararse para salir
a trotar un rato.
A cada uno de los
prisioneros le asignaron un soldado para que les siguiera los pasos a corta
distancia, se dirigieron por el oriente camino a Páez y a la salida del pueblo
les ordenaron trotar con más rapidez no sin antes advertirles que el viaje era
largo y al que cayera o volviera a mirar para atrás era hombre muerto. Al subir la cuesta de la Mocasía, el primero
en caer fue un señor de 60 años llamado Roque, a quien ejecutaron en el acto
mediante un disparo y su cadáver quedo tirado a la vera del camino. En el
puesto de Los Pomarrosos antes de llegar a la Buenavista ya habían caído
asesinados diez de los forzados caminantes, los soldados fueron relevados por
otros que estaban descansados. Así
continuaron y en el desfiladero de la Buenavista cayeron dos. En el retén de
Casablanca volvió a haber relevo y aún quedaba diez vivos. Cuando bajaron al retén
del Mincho donde nuevamente hubo relevo quedaban siete. Entre estos vale
recordar al señor Marcos Lozano, dueño de la finca situada al costado
occidental del río Lengupá frente a la casa grande del Mincho, quien escoltado
por un soldado con quien se conocían de tiempo atrás, y en medio del trote cruzaron
unas palabras. Después de remontar la trocha de las vueltas y al llegar
a los abismos de la quebrada Honda parece que este soldado le permitió al señor
Lozano lanzarse por entre los rastrojales al fondo del precipicio en donde
desapareció de la vista de todos. A Páez
llegaron tres. El comandante del puesto les pidió un reporte a los soldados
quienes le informaron de la fuga del señor Lozano. El comandante les ordenó que
se devolvieran a buscarlo y al no encontrar rastro hicieron prisionero al
soldado que lo dejó escapar, lo amarraron semidesnudo al Samán de la plaza, lo
dejaron al sol y al agua y a los tres días murió por deshidratación e
insolación.
La verdad es que al
lugar a donde iban, más allá del río
Upía, en el sitio llamado Filo de hambre solamente llegó vivo Rosendo Alfonso quien fue
el único que sobrevivió para contar La Marcha de la muerte.
Entre tanto el fugitivo
Marcos Lozano se escapó por toda la Quebrada Honda llegando al río Lengupá y
luego al Remanso por donde cogió la quebrada Palmera y por esta subió hasta el
cerro del Encenillo en donde tenía una finca.
Durante un tiempo el señor Lozano estuvo escondido en el monte y venía
por las noches a llevar provisiones tales como alverja, papa, miel y en la casa
le cocinaba durante el día una hija que era retrasada mental, no tardaron los
del ejército que estaban acampados en Casablanca de notar la presencia del
fugitivo. Llegaron a su casa de él Paramo,
instalaron una bomba casera dentro del barril donde se encontraban las
alverjas, de tal manera que por la noche llegó don Marco y buscó dentro del
barril, hundiendo los brazos en el mismo.
Al meter las manos la bomba
explotó y le voló la cabeza.
Inmediatamente llegó el ejército cogió la cabeza, la metió entre una
mochila se la cargó a la boba y la llevó
hasta Miraflores, donde la hicieron caminar por las calles del pueblo con un
letrero que decía “esta es la cabeza de Pablo Bautista” un famoso guerrillero
de los llanos.
Mientras tanto el sobreviviente
de la “Carrera de la Muerte” Rosendo como prisionero de guerra cavaba y cavaba
trincheras en todos los puestos que el ejército tenía en la región, en una de
esas retornó al puesto del Mincho en donde encontró que los soldados que
estaban allá acantonados, se negaban a salir después de las 6:00 de la tarde al
patio del cuartel llenos de miedo, porque todo aquel que salía recibía una
pedrada en la cabeza, posiblemente lanzada con una cauchera o una honda, era
tal la fuerza de la pedrada que los estrellaba contra el piso haciéndolos
sangrar. Solamente el valiente Rosendo
podía pavonearse por el patio de la casa sin sufrir ninguna agresión. Los
soldados decían que era la guerrilla que se atrincheraba en las ruinas de la
casa del Mincho y entonces decidieron dinamitar los muros que aún se
conservaban después del incendio.
Como alrededor de la casa
había muchos árboles frutales resolvieron cortarlos a golpe de hacha uno por
uno hasta dejar completamente libre de malezas y rastrojos el lugar. De nada
sirvió esta destrucción ya que en las noches muy oscuras, después que caía una
lluvia de piedras sobre el tejado de zinc de la casa, más o menos de las 10:00
de la noche en adelante se escuchaban unos gritos espantosos que hacían aullar
a todos los perros de la comarca, poner los pelos de punta y la piel arrozuda a
los soldados.
Los soldados atribuían estas
escenas de terror a la venganza de los muertos que habían sido vilmente
acribillados en el puente y a la orilla del pozo del Remanso, algunos viajeros
contaban que en noches oscuras todavía desfilan las almas pidiendo justicia.
AUTORA. ROSALINDA.
Muy interesante...... Mi abuelo Materno sufrió en carne propia junto con su esposa mi abuela e hijos mi madre y mis tíos, todas injusticias y penurias de la violencia del 50... ellos, debieron irse a una montaña a vivir, alli cocinaban durante la noche y para que no reflejara el fuego, debían colocar muchas hojas de palma, durante el día permanecían refugiados, en la noche se desplazaba el abuelo y otros adultos hombres a buscar agua salada para cocinar,que provenía de un riachuelo subterráneo sobre el río Upía, a mas de 6 horas de camino desde el lugar del escondite.... así mismo debían rebuscar la poca comida (yuca y plátano) que había dejado el paso de la tropa por los sembradíos ya que que todo lo arrasaban, para que los pobladores murieran de hambre....
ResponderEliminarEs una historia muy bien contada y con muchos detalles espeluznantes. Pero las historias hay que contarlas.
ResponderEliminarLa historia de la carrera de la muerte me la habían contado, pero no sabía tantos detalles.
Gracias por escribir la historia. Estos detalles de la gente común y corriente es lo que hay que contar. Es la historia que vale la pena.
Y la tal política de tierra arrasada, de que siempre he oído hablar. No había entendido que era una táctica de guerra usada por Stalin entre otros. Es decir acabar con gente, animales y alimento.
¡Un horror!
Hola Rosalinda, increíble esta narración, me gustaría saber si conoce algún dato de la familia Arias, que al parecer también fue acribillada por una bomba del gobierno en la región de Paez y Miraflorez.
ResponderEliminarRosalinda la familia es Arias Roa.
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